Por María Elena Méndez Vallejo
Integrante de la Red Vecinal de Narradoras y Narradores Orales Guardianes del Patrimonio de la zona de La Villa y del Programa Libro Club CDMX en el Libro Club "Leyendo Ando"
Yo no tuve la experiencia de haber viajado en tren, pero mi hermano
Armando, que es mayor que yo, sí la tuvo. Anteriormente vivíamos
cerca de Tlatelolco y antiguamente no existía el Conjunto
Habitacional Tlatelolco.
Era aproximadamente
el año de 1955, mi hermano aún era muy pequeño, pero me platicó
que en la zona que conocemos como Plaza de las Tres Culturas llegaba
un Ferrocarril y descargaban huacales con frutas y verduras, también
costales de arroz y frijol, hacían una plaza y adquirían los
productos con sistema de trueque. Al tren subían personas a vender
pulque y té con piquete.
Talleres de ferrocarril en donde hoy es la Unidad Habitacional
Tlatelolco. En la esquina inferior izquierda se aprecia la iglesia de
Santiago Apostol, la misma que en 1968 no abrió sus puertas para
resguardar a estudiantes en la masacre del 2 de octubre. Fotografía
de Cía. Mexicana de Aerofoto.
Los jóvenes hacían
ahí su servicio militar. En un momento de descanso que tenían, mi
mamá le llevaba a dos de mis hermanos el desayuno y aprovechaba para
surtir la canasta. Terminando el entrenamiento se ponían a jugar
futbol o rayuela, era la forma de divertirse un poco.
Mi papá era
originario de un pueblito llamado Cocotitlán, Estado de México. En
ocasiones mis papás y mis hermanos iban de visita a casa de mi
abuela; abordaban el tren en la estación de San Lázaro, la primera
parada era en Chalco, luego Ayotla ahí había fábricas de textiles,
por cierto ahí trabajaban unos primos: Carmelo, Alberto y Cipriano.
En la siguiente parada que era El Cedral bajaban y de ahí caminaban
alrededor de 45 minutos para llegar a casa de mi abuela. La ruta del
tren continuaba hacia Amecameca y su destino final era llegar a
Ozumba. En cada estación del tren subían a vender tamales, atole,
pulque, pan, etc.
María Félix en la película "La Escondida" (1955) de Roberto Gavaldón, en dónde interpreta a Gabriela, una mujer que se gana la vida vendiendo comida y pulque en los vagones del tren.Fotografía conceptual de Juan Rulfo (izq) y del rodaje del filme cuya fotografía dirigió Gabriel Figueroa (der).
Para mis papás y
hermanos resultaba divertido porque iban a la feria ya que era fiesta
patronal del pueblo. La familia
de mi papá los recibía con gusto y visitaban a la abuela y una tía,
al día siguiente a otros miembros de la familia y cada uno tenía
parcelas donde sembraban frijol, maíz, nopales y árboles de granada
y duraznos. Cosechaban el maíz y lo llevaban en un burro, enseñaban
a mis hermanos a desgranarlo y lo almacenaban para el uso de ellos y
también vendían o cambiaban por carne la cual consumían sólo un
día a la semana. Un primo tenía pencas de maguey de ahí sacaba
pulque, gusanos de maguey y chapulines,
los cocinaban y comían muy rico con tortillas recién hechas a mano
y una salsa picosita. Tenían que ir a un pozo a sacar agua y llevaban
un burro o un palo con botes y cargarlos en los hombros. Al agua se
le daba varios usos: para beber, darle a los animales, para bañarse
y regar las plantas.
Después de unos
días, ya para el regreso a casa, la familia del pueblo daba a mi
familia su "itacate": maíz, frijol, arroz, calabaza para
hacer en dulce, entre otras cosas, o sea que les iba bien. ¡Esta es
mi anécdota!
Yo no tuve la experiencia de haber viajado en tren, pero mi hermano Armando, que es mayor que yo, sí la tuvo. Anteriormente vivíamos cerca de Tlatelolco y antiguamente no existía el Conjunto Habitacional Tlatelolco.
Era aproximadamente el año de 1955, mi hermano aún era muy pequeño, pero me platicó que en la zona que conocemos como Plaza de las Tres Culturas llegaba un Ferrocarril y descargaban huacales con frutas y verduras, también costales de arroz y frijol, hacían una plaza y adquirían los productos con sistema de trueque. Al tren subían personas a vender pulque y té con piquete.
Talleres de ferrocarril en donde hoy es la Unidad Habitacional Tlatelolco. En la esquina inferior izquierda se aprecia la iglesia de Santiago Apostol, la misma que en 1968 no abrió sus puertas para resguardar a estudiantes en la masacre del 2 de octubre. Fotografía de Cía. Mexicana de Aerofoto.
Los jóvenes hacían ahí su servicio militar. En un momento de descanso que tenían, mi mamá le llevaba a dos de mis hermanos el desayuno y aprovechaba para surtir la canasta. Terminando el entrenamiento se ponían a jugar futbol o rayuela, era la forma de divertirse un poco.
Mi papá era originario de un pueblito llamado Cocotitlán, Estado de México. En ocasiones mis papás y mis hermanos iban de visita a casa de mi abuela; abordaban el tren en la estación de San Lázaro, la primera parada era en Chalco, luego Ayotla ahí había fábricas de textiles, por cierto ahí trabajaban unos primos: Carmelo, Alberto y Cipriano. En la siguiente parada que era El Cedral bajaban y de ahí caminaban alrededor de 45 minutos para llegar a casa de mi abuela. La ruta del tren continuaba hacia Amecameca y su destino final era llegar a Ozumba. En cada estación del tren subían a vender tamales, atole, pulque, pan, etc.
Para mis papás y hermanos resultaba divertido porque iban a la feria ya que era fiesta patronal del pueblo. La familia de mi papá los recibía con gusto y visitaban a la abuela y una tía, al día siguiente a otros miembros de la familia y cada uno tenía parcelas donde sembraban frijol, maíz, nopales y árboles de granada y duraznos. Cosechaban el maíz y lo llevaban en un burro, enseñaban a mis hermanos a desgranarlo y lo almacenaban para el uso de ellos y también vendían o cambiaban por carne la cual consumían sólo un día a la semana. Un primo tenía pencas de maguey de ahí sacaba pulque, gusanos de maguey y chapulines, los cocinaban y comían muy rico con tortillas recién hechas a mano y una salsa picosita. Tenían que ir a un pozo a sacar agua y llevaban un burro o un palo con botes y cargarlos en los hombros. Al agua se le daba varios usos: para beber, darle a los animales, para bañarse y regar las plantas.
Después de unos días, ya para el regreso a casa, la familia del pueblo daba a mi familia su "itacate": maíz, frijol, arroz, calabaza para hacer en dulce, entre otras cosas, o sea que les iba bien. ¡Esta es mi anécdota!
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