Anécdotas sobre los ferrocarriles, la Basílica de Guadalupe; parte de mi formación educativa.

 Por Ana Araceli García García

Integrante de la Red Vecinal de Narradoras y Narradores Orales Guardianes del Patrimonio de la zona de La Villa.


Los recuerdos que me llegan a la memoria con los ferrocarriles son: de inicio el tren de carga que pasaba por Manuel González para traer los insumos a la fábrica de aceite Marfil y llevar el producto terminado, se ubicaba enfrente del Cine Tlatelolco en la actualidad quedan los rieles hasta el eje Guerrero y Manuel González; cuando elaboraban el aceite llegaba hasta la colonia aroma de aceite de coco. La aceitera hace tiempo cerro y en su lugar se ubica un centro comercial.


El ferrocarril en el cruce de la Calzada de los Misterios, la Calzada de Guadalupe y Manuel González, en Peralvillo, alrededor de 1940. Fotografía obtenida de @cdmexeneltiempo

Asimismo, en mi familia hay historias con el ferrocarril, porque mi abuelo paterno fue mecánico; él se llamó en vida Cirilo García Pineda. Ingresó a los 12 años (1910) a talleres de los ferrocarriles que se encontraban en Buenavista. En el video que se presentó en el primer día que asistí a éste curso-taller aparece; es uno de los tres niños, el segundo de la fila 2. Mi abuelo también estuvo presente en los movimientos de huelga de los ferrocarriles en el año 1929 del siglo pasado, por esa participación fue despedido de una manera muy denigrante, los obreros no tenían derechos laborales, también la sociedad miraba con recelo/desprecio a los obreros vestidos con mezclilla u overall.


Anexo fotos de mi abuelo. Despertó mi interés por él, cuando, para una exposición del Museo de las Culturas Populares de Coyoacán mi abuela paterna les facilitó los periódicos en dónde aparece en las fotos de 1929 que publicaron los periódicos El Universal y Excelsior, la noticia de la huelga de los ferrocarrileros esperando por la resolución de la Suprema Corte de la Nación, misma que les negó el amparo y no recuperaron sus trabajos.

Quiero también comentar mis recuerdos de la Villa de Guadalupe; estoy fotografiada en la entrada de la antigua Basílica, (incluyo foto) estoy con dos amigas de mi mamá con una edad aproximada de 5 años.


Tranvía a Lucas Alemán y camión de la ruta 34; Azcapotzalco-La Villa (coloquialmente llamados "Vitrinas") pasando frente al Colegio Las Rosas. Fotografía de origen no ubicado.



Pasados los años a la salida de la primaria entré a estudiar una carrera comercial al Colegio de monjas "Las Rosas" que se encuentra en la calle de Garrido, era el año 1966 y egresé en 1968 como Taquígrafa-mecanógrafa y Contador Privado, los tres años que pasé en el colegio sólo iba y regresaba, no paseaba por la Villa, así es que no visité la antigua estación del Ferrocarril, llegaba en el tranvía pagando quince centavos de ida y quince centavos de regreso, bajaba y subía en la esquina de Calzada de Guadalupe y Garrido.

La educación en un colegio religioso es más bien de mucha disciplina complementada con aspectos de culto católico, en este caso, un acto de esta categoría es que cada primer viernes de mes acudíamos a la Basílica a escuchar misa, aún se utilizaba velo y de seguro también las misas eran en latín, me gané algunos regaños, no por mal portada sino porque las monjas exageran en conducta; por el solo hecho de voltear cuando alguna monja entraba era tema de regaño. Afuera del salón, esos regaños eran injustos, desde mi punto de vista, porque incluían recriminaciones como de éste tipo: “¿QUE ASÍ TE EDUCAN EN TU CASA?” y hasta me querían jalar las trenzas.


Profesor explicando taquigrafía a una alumna de una escuela de señoritas en 1925, Fotografía de Mediateca INAH

Un aspecto resaltable es que hice examen con sinodal para obtener el título de Contador Privado, cuando estábamos cerca a salir de la carrera nos tocaba estar un tiempo de mecanógrafas en la dirección del Colegio y copiando en la máquina una lista me salté una alumna, salgo y le digo a la madre "Madre, me comí a una niña", con un miedo terrible, ya que eran muy exigentes, me dio un gran regaño y me miró muy feo con sus grandes ojos verdes de mirada fulminante.

Estas son unas de mis anécdotas vivenciales, agradezco su atención para lo comentado y también su comprensión por la sintaxis, no me considero buena redactora y muchos menos relatora. 

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